¿El fin de las suscripciones? La inflación reduce el gasto en mas de un 40%

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Los servicios de suscripción se dispararon durante la pandemia al ofrecer a los consumidores una forma cómoda de satisfacer sus necesidades, ya fuesen de comida, de entretenimiento o de cualquier otro tipo.

Spotify, Netflix, Amazon Prime…  todos hemos visto como estas empresas se hacían cada vez más un hueco en nuestra vida. Pasando de ser una simple herramienta a casi ser un gasto cotidiano más. Pero ahora, con la inflación disparada a niveles que no se veían desde la década de 1980, los consumidores están volviendo a mirar de cerca sus gastos mensuales y reconsiderando las suscripciones que arrastran desde la pandemia.

Como ya hemos visto antes, la inflación es un concepto algo complejo, que se traduce en algo así como un círculo vicioso de encarecimiento de los precios. Es el monstruo bajo la cama de los economistas: si hay demasiada, la economía se hunde; si hay poca, se estanca. Aunque el aumento de la inflación es una preocupación cada vez mayor, su impacto también es algo que las empresas pueden planificar, y de hecho lo hacen.

Con la ayuda de los miles de millones de euros de estímulo fiscal desplegados por los gobiernos de todo el mundo para luchar contra los efectos del COVID, las tasas de inflación empezaron a subir a mediados de 2021 en muchos países, entre ellos España, alcanzando niveles no vistos en décadas.

La inflación se come el valor de nuestro dinero, por lo que un euro hoy no puede comprar tanto como un euro ayer. De la misma forma, un euro hoy vale más que un euro de mañana, no sólo porque podemos invertirlo, sino también porque la inflación se habrá comido su valor con el tiempo.

 

Las suscripciones se disparan debido a la inflación

En el mundo de las suscripciones, los clientes suelen pagar una cantidad fija mensual o trimestral, después de haber tomado una decisión de compra en una clásica página de planes disponibles, normalmente básicos, estándar y pro. Desde el punto de vista de la empresa que vende las suscripciones, cada nuevo abonado constituye una nueva y, con suerte, larga secuencia de ingresos recurrentes.

Dado que un euro  en el futuro no es lo mismo que un euro en la actualidad, los 5, 10 o 20 euros mensuales que se cobran a los clientes valdrán cada vez menos en términos reales para la empresa con el paso del tiempo. Para compensar las pérdidas de valor previstas en el futuro, los precios de las suscripciones empiezan a subir cuando la inflación es alta. Y ya lo estamos viendo:

El precio del servicio Amazon Prime pasara de costar 36 euros anuales a 49,90 euros a partir del próximo mes de septiembre. Por su parte el plan mensual subirá desde los 3,99 a los 4,99. Netflix  ha pasado de 9,99€ por su plan estándar a 12,99, y el plan premium a saltado desde los 11,99€ a los 17,99€. El plan mas sencillo no ha cambiado de precio, sin embargo parece que pueden darse nuevas subidas como la que ya se ha dado en EEUU.

Disney+ no ha sido ajena a estos movimientos y su plan ha pasado de costar 6,99€ a 8,99€, Spotify anuncio un nuevo incremento de precios hasta situar sus planes entre los 9,99€ y los 15,99€.

Las diferentes tasas de inflación esta presionando para que cada vez mas las suscripciones tiendan a subir. Sin embargo, a diferencia de muchos otros modelos de venta en los que los precios son más flexibles, las empresas que aplican modelos de suscripción han sido tradicionalmente tímidas a la hora de cambiar mucho los precios. Parte de esta reticencia se debe a que no quieren que los clientes existentes tengan que volver a tomar decisiones de compra al tener que avisarles de un cambio de precio (siempre es mejor mantener a un cliente existente que tener que ganar a uno nuevo).

 

¿Un modelo agotado?

Según Barclaycard Payments, el crecimiento de la economía de las suscripciones se está estancando, ya que el efecto de la vuelta a los estilos de vida anteriores a la pandemia y el rápido aumento de los precios hacen que los consumidores vuelvan a priorizar sus verdaderas necesidades básicas como alimentación o alojamiento por encima de cualquier otro tipo de gasto.

Alrededor del 36% de las personas han cancelado al menos una suscripción porque sus ingresos han disminuido. Hace un año, el 81% de los hogares estaban suscritos, pero la investigación de Barclays muestra que esa cifra es ahora sólo el 67%.

En la misma línea el Instituto de Consumo Kearney destaco un fuerte declive del mercado de las suscripciones en el horizonte. La encuesta de Kearney descubrió que más de la mitad de los suscriptores querían reducir su número de suscripciones a un máximo de 50 dólares al mes. En general, el 40% de los consumidores piensa que tiene demasiadas suscripciones.

Si los consumidores recortan sus gastos en este tipo de servicios como se espera dada la inflación y la posible recesión que tenemos por delante, como se espera, eso podría devolver el negocio de las suscripciones a donde estaba antes de la pandemia.

Los servicios de suscripción han luchado durante mucho tiempo con mantener a los consumidores en su propuesta de valor. Sin embargo un estudio de 2018 realizado por McKinsey encontró que un tercio de los consumidores que se inscribieron en un servicio de suscripción lo canceló en menos de tres meses, y más de la mitad lo canceló en seis.

Puede que en los dos últimos años las suscripciones hayan pasado a ser parte de nuestra vida cotidiana, pero en un entorno económico complicado es probable que los consumidores vuelvan a  aplicar un nuevo filtro cuando se trate de nuevos gastos.

Según Greg Portell, socio de la consultora Kearney «Las suscripciones se basan en la premisa de que los consumidores siempre necesitarán alimentos frescos o ropa o lo que sea, en un mundo altamente inflacionista, van a tener que recortar gastos de algún lugar para que esas compras automáticas dejen de serlo y pasen a ser mucho más discrecionales«.

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