“Soy viejo, no tonto” Las personas mayores protestan contra la banca online
Un jubilado valenciano de 78 años lanza una campaña para reclamar más atención y personal en las oficinas de las entidades financieras.
El proceso de digitalización de la banca española está generando desigualdades. El cierre de gran parte de las oficinas bancarias unido a los despidos masivos de personal está provocando una brecha digital que los más mayores y aquellos que no tienen acceso a los canales online se vean excluidos del sistema financiero.
Carlos San Juan, un jubilado de valencia, ha puesto en marcha una campaña en Change.org para reclamar al Gobierno que tome medidas contra las políticas de reducción de costes de los bancos a costa de eliminar servicios esenciales para guna buena parte de la población. El Gobierno ha dado un mes para establecer un plan.
Un problema de digitalización forzosa
Muchas personas mayores en España se sienten más perdidas que nunca cuando tienen que ir al banco, ya que casi todos los trámites ya se hacen por Internet y muchas sucursales cerraron sus puertas tras la pandemia del COVID-19.
Con la campaña «Soy viejo, no tonto», lanzada por uno de estos afectados, un gran grupo de mayores excluidos financieramente reclaman más servicios presenciales «Somos un colectivo con muy poca voz, con muy pocas posibilidades de reivindicar, y tenemos grandes dificultades en la actualidad porque la banca se ha informatizado en exceso«, explica Carlos San Juan, creador de la iniciativa.
«Estuve varios días en casa sin poder sacar dinero. No tuve acceso a la oficina porque tenía que pedir cita previa y me remitieron a una app«. En tan solo unas semanas la campaña de recogida de firmas consiguió que más de 600.000 personas le mostraran su apoyo y se sumaran a la protesta a través del portal Change.org.
Puede que esta situación no nos suene como algo nuevo, pero para algunos, tareas como hacer un depósito, retirar dinero y pagar impuestos se han vuelto más difíciles que nunca. Cuanto menor trato humano y personal, mayor exclusión tecnológica.
Las oficinas no paran de cerrar, y muchos cajeros son difíciles de utilizar por las personas mayores. La banca trata de que los mayore realicen sus operaciones por internet o por la app, pero esto es inviable para muchos de ellos, que carecen de los conocimientos y las herramientas para sobrevivir en un mundo cada vez más online.
Para reflejar esta realidad, podemos ver el último informe del INE, donde tan solo uno de cada 4 mayores de 74 años usa internet a diario.
La campaña “soy mayor pero no idiota” tiene mucho que ver también con la intención y la fuerza de una clase que quiere seguir siendo independiente, y el eslogan busca llegar a no solo la razón sino también el corazón de los políticos, reguladores y el Banco de España.
Los principales problemas que señalan los firmantes de la petición al Gobierno son la dificultad de uso de los nuevos cajeros, la deshumanización de las entidades, el reducido numero de oficinas bancarias, los horarios limitados para realizar ciertas gestiones o la imposibilidad de utilizar los medios alternativos, como las apps de los bancos.
Cierres de sucursales y despidos
La digitalización de la banca y el cierre masivo de sucursales no es algo nuevo y desde hace más de 10 años, ya en la crisis financiera de 2008 la fragilidad del sistema bancario obligó a la fusión de las entidades para garantizar su supervivencia. En este sentido las antiguas cajas de ahorros, que proveían de un servicio más local, al verse en la cuerda floja, fueron absorbidas por los bancos como ultimo recurso para mantener su operativa. Esto afecto a todos los clientes bancarios en nuestro país, pero con especial fuerza a los mayores y las zonas rurales donde las cajas de ahorros tenían una presencia muy relevante.
Los datos son muy reveladores:
Si en el año 2008 había más de 45.000 oficinas bancarias en nuestro país, a finales del año 2020 apenas quedaban 22.000. Esto significa un descenso de más del 50% de todas las oficinas bancarias. Pero la sangría no se queda ahí, la crisis del covid 19 ha supuesto el ultimo golpe a la atención física de las entidades, tan solo en 2020-2021 ha habido un descenso de 2.000 oficinas más, dejando la cifra total en apenas 20.000 según el banco de España. Además, la mitad de los municipios de España ya no tienen sucursales bancarias
Pero el cierre de las oficinas no ha sido el único motivo por el que lo mayores han decidido protestar. En el esfuerzo realizado por la banca para reducir costes y aumentar rentabilidad, los despidos de personal han sido otra de las medidas adoptadas por las entidades en los últimos años. Al cierre de más de 20.000 oficinas se suman el despido de más de 84.000 empleados, una cifra cercana al 30% del total de empleados bancarios de nuestro país.
De los grandes bancos españoles, únicamente Bankinter han aumentado el numero de oficinas en los últimos 5 años de forma orgánica, es decir, no a base de fusiones con otros bancos con una presencia ya importante en el territorio. En el lado contrario, el Banco Santander ha reducido su presencia física en más de un 40%.
La digitalización de los servicios bancarios ha complicado la vida a muchas personas mayores, en su gran mayoría pensionistas, acostumbradas a cobrar su pensión de forma física, en efectivo. Desde el propio colectivo que ha organizado la protesta contra la desatención de la banca, no niegan que las nuevas tecnologías están para quedarse y ciertos trámites deberán ir pasando progresivamente hacia un canal online, sin embargo la principal queja de los mayores no es negar la informatización sino que los tiempos hasta conseguir la adaptación se alarguen mientras que las oficinas físicas se mantienen en esa transición.
Un cambio del calado de este requiere un proceso, y los mayores no tienen en su gran mayoría las herramientas para poder adaptarse en tan corto periodo de tiempo.
Según la campaña de change.org “no se puede imponer de un día para otro una dictadura informática” .
¿Cómo solucionar el problema?
Una de las soluciones pasa que se han propuesto desde el Gobierno pasa por la instalación de cajeros automáticos a través de correos, que espera llegar a 1500 localidades, pero esta solución no llega a todo el mundo y más curiosamente, muchos de los municipios incluidos en el proyecto de correos ya disponen de oficina bancaria, o de servicio bancario a través de un agente.
Desde algunas organizaciones como Funcas, optan por la pedagogía, ya que la pandemia ha puesto de manifiesto la gran inclusión que puede traer la educación tecnológica de los mayores. El problema principal se concentra en los mayores de 75 años, los que más atrás han quedado en la brecha digital, mientras que los mayores de 55 apenas supondrán un problema en el futuro debido a que su nivel de digitalización es ya muy alto. Por tanto, la brecha para este Observatorio Financiero es “temporal”. Sin embargo, es necesario paliar este período de cambio con mayor atención presencial, en una fórmula mixta entre la atención clásica en oficina con la introducción progresiva de nuevos métodos online.
En respuesta a la petición, algunos bancos han dicho que revisarán su estrategia para asegurarse de que las personas mayores no se sientan abandonadas comprometiéndose a solucionar el problema “sin dejan a nadie atrás”. La Asociación Española de Banca ha pedido una reflexión no únicamente interna al sector financiero español, sino a toda la sociedad con las formas más eficaces de incluir en la nueva economía a los mayores y a aquellas personas que no pueden acceder a los nuevos canales online.
Por su parte el Gobierno, ha acelerado su propuesta en cerrar un plan de acción que impulse la inclusión financiera de los mayores. En este sentido, ya que han comenzado a negociar los términos de un plan que no solo implicaría a las entidades financieras, sino al propio Banco de España, el Tesoro Público y el Ministerio de Economía. El plazo que se han dado es de apenas una semana para presentar un primer borrador.
Falta por ver si estas medidas impulsan una inclusión real para todos aquellos a los que el acceso a servicios financieros básicos siegue siendo un reto, o se queda en una suerte de medidas “cosméticas”.