La inflación se dispara hasta el 10,2% ¿Cómo te afecta?

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La inflación sigue disparada. El último dato del Instituto Nacional de Estadística ha arrojado una tasa interanual del 10,2%, el nivel mas alto desde hace 37 años.

La inflación subyacente en España, que no tiene en cuenta algunos productos como los  carburantes o los alimentos, que suelen sufrir una alta volatilidad se ha situado en el 5,5%, la más alta desde 1993.

La guerra en Ucrania ha supuesto un nuevo mazazo para la vida de todos los ciudadanos. El precio de productos básicos como los cereales, el pan, la pasta, la harina u otros alimentos como la carne se han encarecido fuertemente. Pero no solo la energía y los alimentos han visto como sus precios subían por las nubes. Casi cualquier producto ya está sufriendo subidas de precio y es que los orígenes de la inflación son incluso anteriores al propio conflicto en Ucrania.

¿Qué esta sucediendo con la inflación y los tipos de interés?

Los responsables de la política del Banco Central Europeo, que ya han comenzado a subir tipos de interés para tratar de enfriar la economía, no lo tienen fácil. La encrucijada es total para los Bancos centrales, por un lado con una inflación disparada mucho más allá de las estimaciones oficiales y por otro lado con una economía débil expuesta a una recesión si se suben los tipos demasiado rápido e intensamente.  Además, en los últimos datos de inflación en Europa el BCE recibió señales contradictorias sobre la inflación, ya que esta se ha disparado en países como España al mismo tiempo que se redujo en otros como en Alemania.

Los costes de la energía y los alimentos han empujado a la inflación española al 10,2% el mes pasado, poniendo en graves aprietos al Gobierno y a sus medidas para tratar de frenarla.  En otros países de la eurozona, como la comentada Alemania, los recortes en los impuestos sobre los carburantes y otros productos parecen haber contribuido a detener, al menos en parte, la subida de los precios.

En cualquier caso, el ralentizamiento de la inflación en algunos países europeos no parece que vaya a detener al  BCE de sus planes para normalizar la política monetaria tras años de tipos por debajo de cero y miles de millones de euros de compras indiscriminadas de deuda. La presidenta del BCE, Christine Lagarde dijo esta misma semana "Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer, que es devolver la inflación al 2%, y lo haremos".

Hasta ahora el Banco central Europeo ha anunciado dos subidas de tipos, una en julio del 0,25% y otra en septiembre con otros 0,25%. Dado que en algunos lugares de Europa, como Estonia, la inflación ha llegado a superar el 20%, muchos son los críticos con la tímida respuesta del BCE. La Reserva Federal, el banco central estadounidense, ya mantiene un tipo de interés de referencia entre el 0,75% y el 1%, y ha anunciado nuevas subidas antes de final de año que podrían conducir los tipos hasta el 2%.

Hasta ahora, Lagarde ha dicho que un aumento de un 0,25% sigue siendo el caso base, pero que si se da un empeoramiento de los datos "50 puntos básicos (0,50%) podría ser una opción ya para julio".

Más allá de lo que suceda en julio, una subida de medio punto parece lo más probable para la reunión de septiembre, si la inflación, como parece, no mejora durante los dos próximos meses.

La energía como centro de los problemas

La cifra de inflación sigue disparada debido principalmente a la fuerte subida de los precios del petróleo, el gas natural y el gas natural licuado. Con el petróleo brent por encima de los 110 dólares por barril y los precios del gas natural habiéndose disparado hasta un 60% , mientras continue la guerra en Ucrania debemos esperar nuevas subidas de precios.

Pero no es solo la subida de los precios lo que preocupa a los banqueros centrales de todo el mundo. En Europa, la amenaza de un corte de energía proveniente de rusia ha puesto sobre la mesa el temor a una grave recesión económica que ponga patas arriba la recuperación tras la pandemia de Covid19.

Para el Banco Central Europeo (BCE), la guerra supone un replanteamiento de la política monetaria. Hasta hace una semana, la principal preocupación giraba en torno a los efectos secundarios de la alta inflación y a una posible espiral de precios y salarios (los llamados efectos de segunda ronda), pero ahora parece que la preocupación ha ido cambiando hacia la estanflación.

El principal riesgo de una inflación tan elevada y una economía débil es si estos efectos van a conducir a nuestra economía a un periodo con precios crecientes y bajo crecimiento económico, algo destructivo para cualquier economía. Unas subidas de tipos de interés rápida y contundente, pese a frenar la inflación, podría tener efectos negativos adicionales en una economía ya sometida a mucha presión.

Dado que la situación en relación con Rusia y Ucrania cambia rápidamente y es imposible predecir cual será su impacto económico a medio y largo plazo, el BCE no ha anunciado una hoja de ruta de cara al próximo año, y hoy por hoy lo único que podemos saber es  que en diciembre comenzara a reducir su programa de compras de emergencia (PEPP) por la crisis del coronavirus.

Esto someterá a los Gobiernos de todos los países del continente a nueva presión, ya que endeudarse será cada vez más caro, también para los países. En un momento en el que la gran parte de la sociedad ve como su poder adquisitivo cae, un Gobierno ahogado económicamente no parece que pueda servir de mucha ayuda a los ciudadanos.

¿La alta inflación ha llegado para quedarse?

Hay quien espera que la inflación haya tocado techo y se acerque al objetivo a medio plazo del Banco Central Europeo del 2% en los próximos meses (que sigue siendo más alto que las tasas a las que hemos vivido en los últimos años, con un interés del 0% o incluso negativo). Otros, sin embargo no son tan optimistas. Por ejemplo el Comisario europeo de Economía, Poalo Gentiloni, declaro que "Los factores que impulsan la alta inflación en la Unión Europea irán disminuyendo pero no tan pronto como esperábamos".

Independientemente de los debates sobre las subidas y bajadas y lo pazos, cuando los factores económicos que impulsan la inflación siguen ahí, los consumidores quedan en una posición precaria al tener que apresurarse a gastar su dinero para no perder poder adquisitivo a medio plazo.

Y es que la energía se ha encarecido de media un 40% en toda la eurozona. Tras los primeros pasos para vetar las importaciones de gas ruso debido a la invasión de Ucrania, el barril de brent ha rozado los 120 dólares por unidad, un precio que no se alcanzaba desde hacía más de 10 años. Pero este veto a Rusia es un arma de doble filo que también puede ampliar la inflación y  el coste de la vida para muchas familias y empresas ya están luchando para hacer frente a los costes de la energía.

Por ello, los  países vecinos de Rusia que ya han recibido cortes importantes de suministro del gas ruso han sido los más afectados. La cifra de inflación en Estonia ha superado el 20%, mientras que sus vecinos, Lituania y Letonia han visto como su incremento general de los precios llegaba al 18,5% y 16,4% respectivamente.

¿Por qué los gobiernos crean inflación?

Con todas las desventajas de la inflación ¿Por qué los gobiernos, más concretamente, los bancos centrales, como el Banco Central Europeo  o en Estados Unidos, la Reserva Federal, siguen imprimiendo dinero y provocando inflación? Y es que pese a que parezca que la inflación es solo una cuestión de incrementos de precios en la energía y del conflicto de Rusia en Ucrania, nada más lejos de la realidad. Para que exista una inflación como la que estamos viviendo deben darse una condiciones estructurales que hagan que los precios comiencen a comportarse de forma descontrolada, y ese caldo de cultivo es la impresión de dinero.

El M2, una medida de la oferta monetaria que incluye el efectivo, los depósitos en cuenta corriente y otros equivalentes de efectivo, nos muestra la cantidad de dinero que se ha inyectado en la economía en los últimos meses. Tan solo en 2020 se crearon el 25% de todos los dólares en circulación.

Pero ¿Por qué los gobiernos crean inflación? Hay varias explicaciones para ello. La impresión de dinero da a los gobiernos acceso a fondos para estimular la economía a corto plazo. Un aumento de la oferta monetaria reduce los tipos de interés a corto plazo y en nuestra época de gratificación instantánea, muchas personas (especialmente los políticos, ya que las elecciones son frecuentes) valoran más los beneficios a corto plazo que a largo plazo.

Otra ventaja (para el gobierno) de la inflación es que ésta aumenta los salarios nominales y empuja a la gente a tramos fiscales más altos si los tramos no están totalmente indexados, como ya revisamos en la deflactación de los tramos del IRPF. Los impuestos más altos significan más ingresos fiscales para el gobierno al mismo tiempo que no es una subida directa, sino oculta, algo que suele pasar desapercibido para muchos ciudadanos.

Por último, la inflación es beneficiosa si se ha pedido dinero prestado porque los prestatarios pueden devolver sus préstamos en dinero que cada vez vale menos. Los mayores deudores en la mayoría de las economías son los gobiernos por lo que éstos pueden tener un gran interés en provocar inflación para que sus deudas sean cada vez menores en términos reales.

 Lo contrario ocurre con las personas que ahorran. La inflación provoca una disminución del valor de los ahorros en el futuro y, por tanto, perjudica a muchos ciudadanos particulares. Los mercados financieros también se ven perjudicados, ya que la disminución del ahorro hace que haya menos fondos disponibles en los mercados financieros (es decir, menos dinero para la investigación y el desarrollo, la expansión de las empresas, etc.) lo que suele traducirse en fuertes caídas de los precios de muchos activos.

¿Cuáles son las consecuencias de la inflación a largo plazo?

Además del aumento de los precios, que perjudica especialmente a los hogares con menores ingresos, la inflación tiene algunas consecuencias macroeconómicas perjudiciales:

1. Tipos de interés más altos.

La inflación provoca un aumento de los tipos de interés a largo plazo. Inicialmente, cuando el gobierno aumenta la oferta monetaria, la mayor disponibilidad de dinero reduce los tipos de interés. Sin embargo el menor valor del dinero debido al aumento de la oferta monetaria hace que los bancos y otras instituciones financieras suban los tipos para compensar la pérdida del poder adquisitivo de sus fondos. Los tipos de interés a largo plazo más altos ponen en dificultades el endeudamiento de empresas y familias, lo que conduce a una menor inversión en bienes de capital y tecnología.

2. Menor ahorro.

La inflación fomenta el consumo a corto plazo en lugar del ahorro. Los precios más altos empujan a la gente a comprar más productos ahora, antes de que sean más caros. Desaniman a la gente a ahorrar, porque el dinero ahorrado para el futuro tendrá menos valor. Sin embargo el ahorro es clave para salgan adelante proyectos de inversión, nuevas empresas y nueva tecnología. El aumento de la tecnología y de las inversiones crea un crecimiento económico a largo plazo. La inflación provoca un aumento del consumo, lo que desalienta el ahorro.

3. Aumento de los impuestos

Los precios más altos provocan un aumento de los impuestos. Los ingresos nominales (no los reales) aumentan junto con la inflación y empujan a los trabajadores a tramos impositivos de mayor porcentaje. Aunque el poder adquisitivo no aumente, la persona paga una parte mayor de sus ingresos en impuestos. Los impuestos sobre la propiedad, terrenos y otros bienes inmuebles también aumentan. Si el gobierno ajusta los tramos junto con la tasa de inflación (es decir, deflactando la tarifa) los tipos impositivos se mantendrán iguales, sin embargo, en España no han ajustado los impuestos a la inflación. En ese caso, los tipos impositivos serán cada vez más elevados.

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